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RELIGIEUSES DE L’ASSOMPTION
Maison généralice
17, rue de l’Assomption
75016 PARIS – France
10 marzo 2016
Fiesta de Santa María Eugenia
« Si se vive más en Dios que en uno mismo, encontraremos siempre en Él alegría y amor plenos e infinitas ocasiones de dar gracias 1»

Queridos hermanos y hermanas:

Siempre que llega la fiesta de Santa María Eugenia, nuestra Madre Fundadora, tengo un sentimiento de agradecimiento y de felicidad.

Felicidad de saborear, gracias a ella, la santidad de una vida completamente ofrecida a Dios, una vida que ha dado fruto. En cierta manera, la fiesta del 10 de marzo nos recuerda nuestra vocación a la santidad. Nos une a la Asunción del cielo, en particular a todos los mártires y a los fundadores y fundadoras de la gran familia de la Asunción.

Agradecimiento por la fe profunda y el gran amor de esta mujer que se adhirió al Señor desde el mismo instante en el que Él mismo se le reveló de manera personal. Al comenzar la fundación de la Congregación, la fe y el amor fueron las bases de la vida de María Eugenia y de su audacia confiada.

Nuestro agradecimiento por el pasado es todavía mayor en este penúltimo año de preparación al Bicentenario de su nacimiento y del de M. Thérèse Emmanuel ya que el último Consejo General Plenario nos ha animado a proseguir con decisión la travesía hacia la otra orilla. Queremos avanzar con confianza, apoyándonos en la fe de nuestras antepasadas en la Congregación porque en ellas encontramos inspiración y aún más en Jesucristo, en quien ambas se anclaban para avanzar.

La historia santa de María Eugenia nos convoca a hacer su misma experiencia de entrega total de la vida a la voluntad del Señor, haciendo verdad en nosotras mismas, con el compromiso perseverante de darle gloria a través de nuestras más pequeñas acciones. Porque todo cobra sentido desde el momento en el que habitamos cada instante de nuestra existencia y lo vivimos conscientemente.

Nuestra vocación como camino…

Como se puede decir de toda vida, nuestra vocación bautismal es una peregrinación. La llamada que escuchamos una vez se va renovando. Nos moviliza y nos arrastra en un movimiento de salida de nosotras mismas para vivir una relación personal, para dejar resonar la voz de Aquel que llama. Esa fue la experiencia de todos nuestros Padres y Madres en la Fe, desde Abraham hasta los Apóstoles, cuyos pasos seguimos todos nosotros, discípulos de hoy, herederos y herederas de santa María Eugenia, caminantes en búsqueda de un rostro y de una orilla.

El seguimiento de Cristo se vive con otros; nos conduce hacia ellos, ofreciéndonos así la oportunidad de ayudarnos y sostenernos mutuamente en nuestras vocaciones respectivas y complementarias. Así lo experimentó santa María Eugenia, ella supo percibir el momento oportuno de dar el SI que orientó y transformó su vida. Una vez que tomó la decisión de consagrarse a la misión que se le confiaba, no se echó atrás. Se lo prometió a sí misma y lo había prometido al Padre Combalot tras muchas resistencias: « Nuestro Señor me ha concedido un gran atractivo por su obra, con gusto soportaré muchas cosas para consagrarme enteramente a ella si llega a realizarse…»2

El amor, fue el horizonte, la luz y la fuerza de santa María Eugenia. Volvemos cada año sobre sus pasos para hacer memoria de ella y de este modo recibir inspiración de su fortaleza de ánimo, de su compromiso total y sobre todo de su fe en un futuro que no podía imaginar ni de lejos; la obra que hoy nosotras/os tenemos la responsabilidad de continuar.

Un camino hacia el propio interior…

Santa María Eugenia recibió la gracia de poder entrar en ella misma, comprendió su vocación como un camino de conversión decidido y decisivo, que es el comienzo del camino humano. Supo estar atenta a la Palabra de Dios y escuchar sus propios pensamientos, dejando brotar su deseo más profundo de ser totalmente para Dios. Esto explica su gusto por la relectura y su aprecio del acompañamiento espiritual. Supo también tener confianza en sus hermanas y de manera especial en M. Thérèse Emmanuel, viviendo una especie de acompañamiento fraterno que les permitió sostenerse mutuamente con perseverancia.

Sus escritos, signos de su profundidad y de una real escucha de Dios, nos han permitido redescubrir su itinerario espiritual muy marcado por un deseo de santidad que el Padre d’Alzon acompañó y animó. María Eugenia nos ha dejado el ejemplo de un camino personal recorrido con honradez y con deseo de crecer en la verdad de la llamada cotidiana a la santidad. Es impresionante ver todo el tiempo que dedicó a escribir sus notas íntimas teniendo un programa de vida ya muy lleno de las obligaciones de su responsabilidad, de las prácticas espirituales y de la formación que daba fielmente a las hermanas a través de las instrucciones de Capítulo. Era muy consciente de la importancia de poner cimientos sólidos en aquellos tiempos de Fundación, aunque ella no se daba gran importancia: « no soy fundadora sino que he sido la primera piedra puesta por la mano de Dios »3 … « todas somos piedras de fundación »4 . Sabía que tenía que abrir camino con y para las demás.

Un camino hacia los demás…

Si nuestro camino de conversión, nos vuelve primero hacia nosotros mismos, es también un movimiento hacia los demás, una salida hacia ellos para cuestionarnos, confirmarnos y afirmar lo que somos. Los hilos de nuestra humanidad se entrelazan en la respuesta a la llamada que todos hemos recibido: nos ayudamos y nos sostenemos mutuamente en la vida de fe y en los diversos compromisos. Porque « si vivimos, vivimos para el Señor »5 pero también por y para los demás.

En camino hacia la celebración del Bicentenario conviene evocar la gracia especial de amistad que unió a nuestra Madre Fundadora con M. Thérèse Emmanuel quien consagrándose plenamente a su misión específica en la comunidad, fue para María Eugenia apoyo indefectible y compañera de camino. El encuentro de estas dos mujeres se materializó en un real afecto mutuo lleno de respeto. Así se fortalecieron en la aventura que las había unido. Su amistad leal y fraterna en los comienzos de la Congregación es un bello ejemplo para nosotros/as.

Con sus diferencias o a pesar de ellas, nuestras dos Madres fueron la una para la otra un don, una revelación del rostro de Dios que también les permitió descubrirse mutuamente como eran. Juntas y con todas las que se unieron a ellas a lo largo de los años, asentaron los cimientos de la Congregación, poniendo en común sus deseos y atractivos, sus intuiciones y sus talentos, al servicio del proyecto de Dios.

Como María Eugenia y Thérèse Emmanuel, podemos crecer en el amor a través del conocimiento y de la ayuda recíproca en comunidad, con nuestros amigos y con todas las personas que quieren caminar con nosotras.

Una relectura del camino…

Para ayudarnos en nuestro propio camino, podríamos retener la capacidad de relectura de María Eugenia, su habilidad para repensar sus experiencias y discernir en ellas la obra de Dios. La Iglesia nos invita a esta misma disposición del corazón durante la celebración de la noche pascual ya próxima, momento de memoria histórica solemne en el que volvemos a escuchar nuestra propia historia a través de la historia de Israel. Es una manera de continuar la relectura agradecida de nuestras vidas personales y comunitarias según la invitación del Papa Francisco durante el año de la vida consagrada. Henri J.M. Nouwen decía que « una vida sobre la que no se reflexiona no vale la pena. Contemplar la propia vida, pensar en ella y evaluarla está en la naturaleza del ser humano…»6 . La verdad de la mirada de María Eugenia sobre si misma fue un factor importante para su crecimiento humano y espiritual. Su capacidad de vivir a partir de su gran deseo del Reino de Cristo y del de llevar en ella la semejanza de Jesús le hacía capaz de olvido de sí, de entrega sin reserva y de amar más allá de lo que hubiera creído posible.

Quizá tengamos necesidad de entrar más a menudo en nosotros mismos, allí donde el Señor nos da cita, para encontrarlo y hallar nuestro « yo » verdadero en El, en el silencio de una escucha orante que nos prepare a la escucha atenta de los demás.

La Palabra de Dios cobra toda su importancia en esta experiencia ya que ilumina y serena al mismo tiempo que inflama. « María conservaba todas estas palabras y las meditaba en su corazón » (Lc 2, 19) … Y María Eugenia decía que hay que meditar el Evangelio « sopesando sus palabras como se pesa el oro, con gran respeto y gran celo, para identificarse con ellas »7 . Podemos pedir por su intercesión, la valentía de tener esta una mirada sobre nuestras vidas y la gracia de asumir nuestro propio camino de santidad.

* * *

Este año la fiesta de santa María Eugenia nos permite marcar una etapa en nuestro caminar hacia la celebración del Bicentenario y nos convida a la acción de gracias por nuestra propia historia santa. Es también ocasión propicia de hacer memoria de las personas que han sido testigos de nuestra vocación y de las opciones fundamentales y audaces de nuestras vidas. Podemos expresarles de nuevo nuestro agradecimiento, por haber estado en el origen de estas opciones o por habernos acompañado y confirmado en ellas.

Unamos también nuestros corazones en acción de gracias por el camino abierto por María Eugenia, por lo que el carisma y la espiritualidad de la Asunción han podido modelar y desplegar en nosotros, por lo que han hecho de nosotros. Siguiendo a Madre María Eugenia, acojamos nuestro camino personal de conversión bajo la mirada misericordiosa de Dios, en este año en el que estamos llamadas a exponernos al sol de su ternura para que irradie en torno a nosotros.

Que el redescubrimiento y la profundización del camino espiritual y de la historia santa de M. María Eugenia y de M. Thérèse Emmanuel iluminen nuestra propia experiencia de fe con sus alegrías, sus luchas, sus luces y nos estimulen a marchar por los surcos abiertos por ellas.

Que en este segundo año de preparación al Bicentenario de su nacimiento, sepamos darnos los medios para vivir una mayor proximidad con ambas.


Junto con toda la comunidad general ¡les deseo muy feliz fiesta!

Paris 4 de marzo de 2016

Sr Martine Tapsoba
Superiora General
1ME, Instrucciones de Capítulo, 13 agoto 1891, « Sobre el espíritu de la Asunción : alabanza, amor y alegría » 2ME, Carta al Padre Combalot, n°3, 14 julio 1837 3Orígines IV, p.68 de la versión digital 4ME, Carta à ThEm, n°325, 22 marzo 1851 5Rm 14,8 6NOUWEN HJM, Pouvez-vous boire à la coupe que je vais boire ?, Ed. Gallimard, 2000, p.20 7ME, Notas Íntimas, n°206/01, 18 febrero 1848, Retiro