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Así vino la Asunción

La Asunción nace de las ansias de Madre María Eugenia por extender el Reino de Dios. Después de los ensayos de establecerse en El Cabo y Nueva Caledonia se les presenta una llamada: El Dr. Roberto Sacasa, Presidente de Nicaragua, quiere un Colegio en León para educar a las niñas y jóvenes de la clase alta y pide a su representante en Paris, el Sr. Medina que busque para ello una Congregación Religiosa. El Sr. Medina conoce a La Asunción de Lübeck en Paris y se pone en contacto con Madre María Eugenia. Desde el 18 de octubre de 1890 se habla ya del proyecto de Nicaragua.

En el libro de los anales de Auteuil, nuestra Casa Madre, se relata el 29 de mayo de 1891:

El ministro plenipotenciario de Nicaragua viene a terminar con nuestra Madre las negociaciones para una fundación que debe realizarse el próximo año de 1892. Todas las condiciones que hemos propuesto las ha aceptado el gobierno: Se nos construirá un local, el viaje costará menos de su valor y se nos dará dinero otrora los primeros gastos.

Nuestra Madre fundadora se preocupa por la adquisición del material escolar.

Cuentan las hermanas todos los preparativos del viaje. Se comienza a preparar el equipaje: cajas grandes de hierro blanco soldado recubiertos de madera para llevar ornamentos, ropa....

El 24 de Agosto de 1892, vísperas del 75 aniversario del nacimiento de Madre María Eugenia, se inicia el viaje.

Oigamos el relato de las viajeras:

"Son las ocho de la noche, reunidas de rodillas alrededor de nuestra querida Madre, escuchamos sus palabras tan llenas de bondad.

Esperamos el carro, las hermanas de ambos conventos se han reunido en la puerta del salón. Ya el carro está ahí: el momento de la despedida se acerca. Nuestra Madre nos da la última bendición y nos abraza a cada una. Subimos al carro y mientras atravesamos el patio, pudimos dar una última mirada a nuestro querido Auteuil que llevaremos siempre en nuestro corazón.

En el  mismo instante  en que atravesamos la puerta grande de la entrada suena el segundo toque de Maitines y las hermanas se dirigen a la capilla para decir las oraciones del itinerario. Durante dos meses se dirá el Ave María Stella a fin de que nuestra Madre del cielo nos proteja.

Llegamos a la estación del tren a las nueve y media. El viaje se efectúa sin accidente y el día siguiente estamos en Burdeos.

Nos ponemos en camino y llegamos al muelle a las diez de la mañana. A las dos de la tarde llegamos a Paurillac, abordamos "El Labrador". Lo visitamos, nos dan nuevas cabinas instalándonos bien, pero son las cinco, un toque de cañón advierte a los pasajeros que ya es tiempo de decir adiós a los amigos, abrazamos a las hermanas y las miramos alejarse en el barquito que nos había traído. Un segundo cañonazo y levamos anclas.

Al día siguiente, a las nueve de la mañana estamos en Santander. Nos quedamos un día entero para recibir más pasajeros en España entre ellos tres hermanas de Madrid. Somos una comunidad de nueve personas:

  • Madre Rosario, superiora
  • Sor Rosa Adelaida
  • Sor Catalina María
  • Sor María Denyse
  • Sor María Rosa
  • Sor María Emilia
  • Sor María Salvador
  • Sor María Plácida
  • Sor María Raimundo.

Nos acompaña el antiguo capellán de San Sebastián el abate De Goñi que viene con nosotras a León como capellán.

El siete de septiembre, a las ocho de mañana, Las Antillas están a la vista, qué magnífico paisaje se ofrece a nuestros ojos: las islas parecen salir del agua como ramilletes de flores, la vegetación tropical se muestra ya en todas sus riquezas."

Después de tocar  varios puntos de Las Antillas, el capitán recibe el aviso de que no podrán desembarcar en Colón, Panamá como lo iban a hacer, porque en el Havre de donde habían partido había un caso de cólera. El capitán decide solo tocar la Guaira, Venezuela, para dejar mercadería y volver a Francia.

Salen de nuevo para Colón, las autoridades no las dejan desembarcar y el barco pone la proa para Francia, sin embargo un oportuno huracán obliga al capitán a regresar a Guaira.

Las hermanas desembarcan y se encuentran a un sacerdote el Padre Monteverde que les sirve de ángel. Las condujo a Maiquetía en donde permanecerían dos meses. Todas las personas fueron de gran caridad para con ellas. Les dieron alojamiento y todo lo que necesitaban en forma gratuita, querían que se quedaran en Venezuela.

Por fin a los dos meses pudieron emprender el viaje a Colón y luego a Corinto, Nicaragua.

Cuenta Madre Rosario en una carta el 13 de Diciembre: "Por fin estamos en León desde el 6 de Noviembre, ¡días memorables!. Fue una entrada triunfal, la población nos recibió con delirante entusiasmo. Las visitas se suceden unas a otras. Todo lo que le diga es pálido.

Cuando arribamos al puerto de Corinto nos condujeron a la casa del Presidente en donde nos esperaban una cantidad de delegaciones y personajes que representaban al gobierno, al clero, a las señoras... discursos y más discursos.

El tren expreso que nos llevaría a León llegó a las 4 pm.

En cada estación salían a recibirnos hermosas mujeres nativas con sus chales multicolores y sus brillantes collares. Todas querían ver a las monjas, a las santas.  Las campanas también nos recibían con sus claros tañidos.

Por fin llegamos a León, la estación estaba llena con una gran multitud que nos aclamaba con gritos de alegre bienvenida.

Casi no podíamos caminar entre esa gran multitud, con el Prefecto a la cabeza iniciamos nuestro trayecto hacia la Catedral. Al llegar, El Vicario General nos esperaba rodeado de un grupo de sacerdotes cubiertos con solemnes capas. Nos ofreció el agua bendita al entrar al Santuario: una inmensa Catedral bella y suntuosa, la cual estaba llena de fieles, así como las calles adyacentes.

Después de entonar el Te Deum nos condujeron a nuestra casa que estaba bien arreglada e iluminada. El 15 de noviembre tuvimos la gracia de nuestra primera Eucaristía”.

El 15 de enero de 1893 abrimos el colegio y en el mes de septiembre la escuela gratuita. Pronto nuestro alojamiento se hizo insuficiente. Después de varios tanteos el gobierno nos cedió un antiguo convento franciscano ocupado por un instituto de varones.

En 1893 Madre María Eugenia envió un refuerzo de seis hermanas, entre ellas Madre María Caridad, futura superiora de León, quien nos hace el siguiente relato:

"Nos embarcamos en Havre el 15 de Junio de 1893. El 14 de Julio llegamos a San Juan del Sur, con el propósito de continuar a Corinto puerto cercano a León.

Para nuestra sorpresa nos dijeron que no podríamos hacerlo pues había una revolución en el país y el puerto de Corinto estaba ocupado por los rebeldes. Tuvimos que quedarnos en San Juan del Sur, un señor muy amable, don Salvador Chamorro nos ayudó a encontrar alojamiento en el pequeño poblado, que en ese tiempo no constaba más que de tres calles y casas pajizas.

Pasamos cinco días durmiendo en el suelo y el dinero se nos iba acabando. El señor Chamorro nos sugirió que nos dirigiéramos al Presidente que había derrocado al señor Sacasa diciéndole que el gobierno tenía compromiso con nosotras y que necesitábamos continuar nuestro viaje.

Nuestra petición fue atendida y a los dos días teníamos a nuestra orden dos carretas, una tirada por seis bueyes para nosotras, y otra tirada por dos bueyes para el equipaje. Salimos a las 4 am, felices de viajar como Santa Teresa. Cruzamos por una selva virgen bellísima.

A las 5 pm estábamos en Rivas. Este viaje se hace actualmente en una hora. El gobierno pagó el hospedaje en esa ciudad en donde tuvimos que esperar a que se aclarara la situación política.

A finales de Junio pudimos proseguir con el viaje hacia un pequeño puerto, San Jorge, a orillas del lago Cocibolca uno de los más grandes de Centroamérica. Una pequeña embarcación nos condujo a Granada al otro extremo del lago.

En esa ciudad nos pudimos comunicar con Madre Rosario en León. Por fin el 11 de Agosto pudimos abrazar a Madre Rosario. Antes de nuestra llegada ocurrió un incidente conmovedor. Como Madre Rosario sabía que no podíamos bajar en el puerto Corinto, pensó que lo haríamos en Amapala, puerto de la vecina Honduras. El padre De Goñi, nuestro capellán se ofreció a irnos a buscar a dicho puerto. Estando ahí vio que no habíamos llegado y supo que el barco había atracado en San Juan del Sur. Se dispuso a regresar, pero le pidieron que asistiera a varios moribundos enfermos de la fiebre amarilla. Algunas personas quisieron disuadirlo, pero él generosamente les administró los sacramentos exponiéndose al contagio por cumplir su ministerio. En efecto, adquirió la enfermedad y murió en Amapala. Este acto heroico nos conmovió profundamente."

El gobierno que ganó la revolución de 1893 contra el doctor Sacasa estaba precedido por el General José Santos Zelaya. Era un gobierno liberal y en muchos aspectos anti clerical.

En 1894 se expulsa a los Jesuitas y a una congregación religiosa femenina. Varios miembros de su gabinete presionaban al Presidente para que hiciera lo mismo con las religiosas de La Asunción, pero él les contesto: ¿Creen ustedes que estas religiosas se van a ir como mansos corderos? Tienen a sus cónsules respectivos y protestarán, además el gobierno tiene firmado un contrato con ellas.

De modo que La Asunción no fue afectada por las leyes anti clericales. Sin embargo, llegaron a los oídos de Madre María Eugenia estas noticias e inquieta envió a Madre Agnès Eugénie para que, si era necesario, trajera a las hermanas  de regreso a Francia y cerrara la casa.

Madre Agnès Eugénie llegó el doce de octubre a Corinto de sorpresa, pues el telegrama que anunciaba su llegada era confuso. La alegría de las hermanas al verla quedó opacada al saber cuál era su misión. Las familias se inquietaron al conocer la posibilidad de un cierre de la obra. Varias comisiones llegaron a hablar con Madre Agnès, pero ella les daba una respuesta positiva.

Un día la Madre fue llamada al salón  por una señora. Al llegar ¿Qué vio? una imagen de NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED PATRONA DE LEON que venía a pedirle a La Asunción que no se fuera de su ciudad. La Virgen consiguió el milagro y la orden de cierre fue revocada.

Madre Rosario fue llamada a Paris y le sucedió Madre Agnès Eugénie a quien le tocó sufrir el gran temblor de 1898.

Así  lo cuenta: "Ayer veintinueve de abril el volcán Momotombo ha hecho una erupción lanzando una gran columna de fuego y lava ardiente; al mismo tiempo se produjo un gran temblor que afectó a las ciudades de León, Chinandega y Managua. Yo estaba en el corredor atendiendo a una señora, de pronto, un ruido terrible y un grito de la gente TEMBLOR!!!. Como pude salí al patio que estaba cerca y escapé de ser herida por una chimenea que caía. Las hermanas y las niñas gritaban horrorizadas, el movimiento de la tierra nos hacía caer las unas sobre las otras, de rodillas rogábamos al Señor a gritos y nos parecía que la tierra se iba a abrir. Sentíamos que íbamos a morir al oír los gritos desesperados de la gente en la calle, el estruendo de las paredes que se caían, las nubes de polvo que nos envolvían y nos impedían ver. En cuarenta y dos segundos todo se había terminado, yo sentí que por lo menos había transcurrido un cuarto de hora.

Poco a poco nos fuimos dando cuenta del desastre. Nuestro bello colegio recién pintado y arreglado estaba arruinado: tres paredes caídas y las demás, salvo cuatro, había que demolerlas. Nos trasladamos al patio: ahí dormimos al aire libre, oramos, trabajamos. En otros de los patios hemos acomodado a las niñas y empleadas. Nuestro pobre León ha sido bien destruido. ”

Pero la Madre Agnès no se desanima. Pronto encuentra la manera de construir galpones de madera cubiertos de hojas de palma en donde se trata de recomenzar la vida ordinaria.

Los padres de familia ayudan en todo lo que pueden.

Sin embargo, hay dificultades insuperables para poder reconstruir todo el edificio.

Como la Providencia no falla, el 27 de junio, el Obispo Monseñor Simeón Pereira y Castellón cede a la Asunción su residencia, el Palacio Episcopal, para que el colegio siga funcionando, y, es en este mismo local en donde se encuentra actualmente.

(Recopilado por Hna. Clelia Castellón)