En este rincón de nuestra página, encontraremos a lo largo del tiempo, lo que nuestra Madre Fundadora,
hoy Sta. María Eugenia de Jesús, intuyó para la Asunción como “nuestro espíritu”, a fin de que
conociéndolo cada vez mejor, podamos confrontar nuestra vida con él y dejarnos transformar cada día
por la Gracia de Dios para la Asunción.
Comprendemos que lo que María Eugenia intuyó para las Religiosas de la Asunción en los primeros años
de la Congregación, se fue haciendo extensivo poco a poco a otras educadoras y educadores, alumnas y
alumnos, padres, madres, personal administrativo y de apoyo, exalumnas y exalumnos de nuestros
colegios y escuelas, comunidades y centros educativos insertos en medios populares urbanos, rurales e
indígenas, comunidades de laicas y laicos asuncionistas.
Hoy, en pleno siglo XXI, con el don de la Iglesia al mundo, reconociendo y proclamando “santa” a María
Eugenia de Jesús, María Eugenia Milleret, la gran familia de la Asunción, que reconoce en María Eugenia
a su fundadora e inspiradora, puede decir con ella “nuestro espíritu…”
Escuchemos a María Eugenia…
“No encuentro fácil, mis queridas hijas, el explicar como yo lo entiendo lo que llamamos: <El ESPÍRITU
DE LA ASUNCIÓN>. Una cosa es comprender y darse uno cuenta interiormente de lo que compone un
conjunto de detalles, y otra cosa es poderlo explicar.
Todas nosotras nos damos cuenta de que hay en nuestra Congregación algo que definimos como
<nuestro espíritu>. ¿Cuál es ese espíritu? ¿Cuál es en lo que se refiere a Dios? ¿Cuál es respecto al
prójimo y respecto a nosotras mismas? Porque sabemos muy bien decir: <Eso no es nuestro espíritu>.
¿No es esto una afirmación íntima y clarísima de que poseemos un espíritu en el cual quiere Dios que
nos inspiremos como religiosas de la Asunción?
Fuerte les va a parecer si les digo que ese tal espíritu, en cualquier forma que lo consideremos, pide tal
vez mayor virtud que otro; no pretendo decir, naturalmente, que somos más santas religiosas que otras,
sino que es necesario, para poseer el espíritu de la Asunción, un gran olvido de sí misma; no buscar más
que a Dios, no tener más querer que el de Dios y su servicio; no pretender más que el cumplimiento de
su Ley, no buscar en las almas más que a Él, y solamente a Él; Él en nuestra vida, Él en nuestras
relaciones con el prójimo. Y para eso, queridas hijas, es menester gran fortaleza y virtud, porque hay que sobrepasarse y no con vana pretensión, sino con ese sobreponerse a todo lo puramente humano,
prescindiendo de cuanto se refiere a sí mismo”.
(“El Espíritu de la Asunción en la Enseñanza y en la Educación”, editado por iniciativa de Mère Marie
Celestine, Superiora general, en 1910. Edición en español Impresos AJENJO)
Para nuestra reflexión personal como asuncionista, hija o hijo de María Eugenia de Jesús: